Hace mucho tiempo que me vengo planteando que algunas de las cosas que se hacen en los laboratorios creativos o hubs culturales más famosos de mi ciudad, Madrid, y de otras ciudades parecidas son un escaparate posmoderno en el que los ciudadanos de a pie somos convidados de piedra. Cuanto menos entendamos, mayor caché para los creadores y ejecutores.
Me pasó, por ejemplo, con esta instalación de Elena Alonso titulada “Visita guiada” en la antigua cámara frigorífica del Matadero. Es una barandilla, yo ahí no veo más, pero hay que ver qué bien la vendían: “El pasamanos es a su vez una guía y una barrera, una línea que sortea y adorna la arquitectura de la nave. Una pieza que podemos ver y tocar, y que nos lleva a descubrir un lugar inesperado sobre nuestras cabezas, pero que solo podemos llegar a entrever desde la distancia.”
Y me pasa también con algunos de los proyectos que sacan en Medialab e Intermediae. Pero como no estoy apenas puesto en algunas cosas que se hablan y se desarrollan en ciertos campos, tiendo a pensar que soy yo, que debería tener más formación, que seguro, por otra parte.
La estafa de lo posmoderno al descubierto
Pero estos días he conocido el estupendísimo Escándalo Sokal o cómo un científico demostró que lo posmoderno es una absoluta estafa intelectual y me siento un poco mejor. Tanto como para compartirlo, porque apostaría un par de cenas a que tengo lectores que, como yo, también se sienten aliviados al descubrir que si hay textos que no entienden de determinados autores es porque no significan nada, son puro humo.
Resulta que el físico Alan Sokal se tomó la molestia de enviar un artículo pseudocientífico escrito aposta para desenmascarar a la revista posmoderna de estudios culturales Social Text.
El texto, titulado “La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica” afirmaba que la gravedad cuántica era un “constructo social” y que si no creyésemos que existiese, no nos afectaría. Qué genialidad.
El artículo, por supuesto, triunfó como el champán, pero la Universidad de Duke, editora de la revista, no sabía que Sokal había publicado paralelamente en Lingua Franca, otra revista científica, que era un engaño. Y a partir de ahí hubo toda una controversia y guerra entre representantes del conocimiento científico más áspero y sistemático y representantes de lo posmoderno.
En 1997 Sokal y Jean Bricmont, físico teórico belga, publicaron “Imposturas intelectuales”, trabajo en el que denunciaban que adalides de lo posmoderno como Lacan, Kristeva, Baudrillard y Deleuze utilizaron indiscriminadamente conceptos de las ciencias físico-matemáticas fuera de contexto y sin justificación conceptual o empírica y que el exceso de relativismo estaba haciendo que a nivel social conocimientos demostrados mediante el método científico fuesen considerados como otro relato más.
Réplicas del Escándalo Sokal para destapar la estafa de lo posmoderno
Tres investigadores británicos, Helen Pluckrose, James A. Lindsay y Peter Boghossian decidieron repetir el caso Sokal a ver si los mandamases de las revistas científicas habían aprendido a identificar una estafa intelectual con maravillas como “Reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad queer en parques urbanos para perros en Portland, Oregon” en la que se denunciaba que los parques para perros “son espacios para la violación y un lugar de la cultura de la violación canina”.
Y, nuevamente, amigos, el cónclave posmoderno que rige muchas publicaciones volvió a picar y a calificar semejante despropósito como “excelente”.
Hasta siete artículos redactaron con títulos tan sugerentes como fantasiosos, como “Reuniones lunares y el sentido de una comunidad de hermanas: una representación poética de la espiritualidad feminista”; “Tu lucha es mi lucha: solidaridad feminista como una respuesta cruzada al feminismo neoliberal y selectivo”, con fragmentos del Mein Kampf de Hitler; o ” ¿Quiénes son ellos para juzgar? Superar la antropometría y avanzar hacia un marco para el culturismo gordo”.
Resulta sorprendente que disparates así puedan llegar a revistas prestigiosas y llevarse méritos académicos. Provoca miedo a la par que genera unas ganas tremendas de trolear en la misma línea y convertirse en un reputado científico de la nada.
Conviértete en un posmoderno de prestigio
Para empezar con esa salida hacia el estrellato científico, y como obsequio después de este post que he escrito con muchísima satisfacción, para quien haya llegado hasta aquí, de regalo un “Generador aleatorio de nombres de ponencias”.
http://www.yeray.com/generador/
Voy a ver si siento cátedra con ” La reflexión postdadaísta o el cangrejo ermitaño: una apostasía pregeneracional” o ” La revolución reaccionaria y las teorías de Jung: ¿una génesis postimpresionista?”. Sírvanse ustedes mismos.
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