Hace unos días fui a ver El Rey, obra teatral escrita por Alberto San Juan y producida por Teatro del Barrio, en la que se narran los episodios más significativos de la vida de Juan Carlos de Borbón, el anterior rey.
El Rey, para mi sorpresa, y supongo que la de todos los asistentes, no constituye una burla irrespetuosa para la figura de Juan Carlos de Borbón como persona. De hecho, resalta muchísimo, y sorprende, teniendo en cuenta quién la escribe y quiénes interpretan la obra, el respeto con el que está tratado, rozando y sobrepasando en muchos momentos la compasión.
La obra comienza con El Rey, magníficamente interpretado por el actor Luis Bermejo, haciendo ruidos de señor mayor y enfermo postrado en un sillón. Un anciano decrépito que es visitado por sus propios traumas y tormentos para rememorar su vida, sin saber siquiera si sigue vivo o muerto.
En este sentido la obra recuerda a Un cuento de Navidad de Charles Dickens en el que diversos Fantasmas de las Navidades Pasadas se le aparecen a Juan Carlos de Borbón para recordarle cómo fue su atormentada y a la par feliz infancia educado bajo los preceptos del dictador Francisco Franco, qué pactos hizo a lo largo de su vida, su presunta implicación en el 23F y algunas tramas de corrupción con las que se le ha relacionado en más de una ocasión.
El Rey y sus amigos
La primera visita que recibe es la de Cebrián, viejo amigo y compañero, que le recuerda quién es. A partir de ahí los otros dos únicos actores con los que se desarrolla la obra, Guillermo Toledo y Alberto Jiménez (aquí hay que hacer una puntualización, pues las funciones cuentan con un elenco variable en función de la disponibilidad de cada uno y puede que si vais a verla encontréis a otros actores), van cambiando de personaje a un ritmo vertiginoso y muy fluido.
Francisco Franco, Chicho Sánchez Ferlosio, Henry Kissinger, Adolfo Suárez, Garrigues Walker, Alfonso Armada, el coronel Tejero, Jesús Hermida son algunos de los personajes que pasan por el escenario recordando cómo la vida de Juan Carlos de Borbón es también la historia de lo que ha acontecido en España en los últimos años.

Una escena muy significativa que explica a la perfección, mucho mejor que cualquier libro de historia, cómo se fraguó la restauración borbónica durante el franquismo la protagonizan Juan de Borbón y Battenberg, padre del anterior rey, y Francisco Franco en un barco en el que el padre ruega poder recuperar el trono que le pertenece, recibiendo una respuesta humillante por parte de Franco.
Es en ese momento cuando el entonces niño Juan Carlos de Borbón es enviado con Franco para ser instruido en los “principios del Movimiento” junto con un grupo de “muchachos”, todos ellos de la aristocracia, la nobleza y la burguesía española de la época, que luego ocuparán un lugar muy importante en los negocios de la monarquía con los bancos y las empresas.
El Rey, una obra con mucho ritmo
Como no quiero estropear la sorpresa de nadie revelando más contenido, voy a hablaros de lo que para mí quizá ha sido lo mejor de la obra, más allá, incluso, de las buenísimas interpretaciones: el ritmo.
En El Rey se suceden continuamente los cambios de escena de manera rápida e inteligente, rotando los focos, insertando música movida y momentos de euforia y contrastándolos con silencios duros y amargos como el que precede al recuerdo del anarquista tristemente asesinado en 1974, Salvador Puig Antich.
Porque, a pesar del respeto con que trata a la persona de Juan Carlos de Borbón, se trata de una obra de denuncia de un régimen como fue el franquismo y la extraña continuidad que tuvo durante la transición. En este sentido, toda la piedad, e incluso condescendencia que tiene con Juan Carlos, se disipa cuando se trata al mismo individuo como institución.
Podría decirse que El Rey es una tragicomedia documentada a través de libros de historia, memorias no autorizadas, documentales, etc. en la que El Rey es verdugo a la par que víctima de algo mucho más grande que él que preside todo el escenario sin que ningún personaje lo encarne…
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