Esta semana he ido a ver la película de El Rey en los cines Golem, en Madrid, y he salido gratamente sorprendido por la originalidad de la puesta en escena -nunca mejor dicho, pues es muy teatral- de este film cuyo tema principal es la corrupción que parece haber habido en la Transición en España a todos los niveles.
Cine experimental
No estoy seguro de que Alberto San Juan y el resto de artífices de esta película sean conscientes del film experimental que han realizado porque en más de una ocasión he visto entrevistas en las que señalaban la falta de medios como algo omnipresente en la realización tanto de la obra de teatro como en la grabación de la película. Pero El Rey es mucho más que una película sobre la corrupción de la Transición Española o la figura del Rey Juan Carlos I, es toda una experiencia visual en la que tres únicos actores encarnan a un gran número de personajes a los que todos los nacidos antes de los 80 conocemos.
Y la interpretación que hacen de cada uno de ellos, con apenas accesorios, es muy creíble y está muy bien lograda.
Toda la película, ¿o debería decir más bien obra?, se representa en la más absoluta de las penumbras, con primerísimos primeros planos de los actores y algún que otro giro de cámara hacia la sala del Teatro del Barrio en la que se grabó, en la que solo figuran un sillón real y una cama como atrezzo.
El lado humano del Rey
El Rey Juan Carlos I, Francisco Franco, Alfonso XIII, Juan Luis Cebrián, Chicho Sánchez Ferlosio, Felipe González, el General Armada, Tejero, Jesús Hermida… todos estos personajes discurren por la película, evocados por el delirio de un rey emérito atormentado por los recuerdos y que aparece marginado en el ocaso de su vida, como un juguete roto.
En este sentido cabe destacar que, pese a lo que mucha gente podría esperar de una película ideada por Alberto San Juan y protagonizada por Guillermo Toledo, el acercamiento a la figura de Juan Carlos I se hace desde una profunda empatía por ese niño que salió de los brazos de su padre para ser educado por un general sanguinario que le hizo ver atrocidades y lo educó en el terror y la frialdad.
Juan Carlos I, pese a la corrupción de la que se le acusa en la película, es una víctima de sus propias circunstancias y las de su familia, alguien que hizo lo único que se esperaba de él, unas pretensiones muy altas para un niño.
Incluso hay un momento en el que se ve que Juan Carlos I puede querer, incluso, además de reinar, una democracia, pero alrededor de él hay personajes del franquismo que lo impiden.
La corrupción como trasfondo
Pero si hay un tema protagonista en esta historia, literalmente, además, es la corrupción de todos los poderes durante la Transición (y en la dictadura, por supuesto).
Esa corrupción se observa en el deseo de mantener el poder por parte de los franquistas, en el deseo de enriquecerse por parte del propio rey, y en la traición a los que dicen representar por parte de personajes como Felipe González.
En la película cobra mucha importancia el intento de golpe de Estado organizado por el General Armada, un absoluto fraude y engaño para la democracia y quienes esperaban que, fallecido el dictador, España pudiese convertirse en alguna de las democracias europeas.
El Rey es, en definitiva, una película que hay que ver, por su fondo y por su forma, y porque hasta el momento es la única que le han dedicado a esta figura tan importante de la historia española.
Deja un comentario